═─ » Capítulo 3
Tom, Lord de Kaulitz, sentado en la cabecera de su mesa miró boquiabierto al hombre delante de él. Hethe acababa de volver para varias semanas de batalla, luchando en nombre de su rey. Era algo lo que más estaba haciendo últimamente.
Realmente, era casi todo lo que había hecho desde la muerte de su esposa diez años atrás. Incluso antes que Gustav II mostrase su ambición constante de extender su poder, y Tom había utilizado la ambición del soberano para tener una excusa para no estar en la casa que compartía, primero con sus padres hiper críticos, y luego con Nerissa su joven esposa.
Se frotó el cansancio de sus ojos, deseando que pudiese borrar los recuerdos tan fácilmente. Los pensamientos sobre su pobre esposa muerta siempre lo hacían sentirse arrepentido. Ellos habían sido muy jóvenes. Ella aun mas joven.
Huyendo de los pensamientos como siempre hacía, Tom frunció el ceño ante Lord Georg.
“Explíqueme su presencia aquí nuevamente, por favor, mi lord”, él ordenó cautelosamente.
“El rey me mandó con este mensaje”, El hombre sacó el pergamino. “Y me ordenó pasar a buscarlo y llevarlo a Tiernay para que se case con Lady ______.”
“No puedes casarte con esa bruja!” Bill exclamó mientras Tom reticentemente tomaba el pergamino ofrecido y rompía su sello.
“Lady Tiernay no es una bruja,” Georg dijo con una mirada de reprobación al hombre de confianza de Tom — quien, por encima de todo, debería cuidar mejor de los intereses de su lord. “Acabo de venir de allá, y ella es bastante agradable.”
“Oh, sí. Bien… qué otra cosa diría usted, verdad? ” Bill murmuró.
“Ya vio a la dama en cuestión?” Georg preguntó irritadamente, luego sonrió con satisfacción cuando el hombre reticentemente sacudió la cabeza. “Bien, yo si, y ella es muy bonita. Muy”. Su voz se perdió entonces, y él agregó casi entre dientes, "Aunque su tía es un poco... especial”.
“Qué pasa con su tía?” Tom preguntó abruptamente, dándole la misiva del rey para que Bill pudiera leerla. El solamente estaba interesado en la firma, y la reconoció inmediatamente como la del rey. El había recibido suficientes misivas del hombre como para reconocer la escritura Gustav. La firma era suficiente para asegurarle que las reivindicaciones de Georg probablemente eran verdaderas. No era que realmente dudase de eso. Por qué el hombre mentiría sobre algo como esto?
La expresión de Georg prontamente se hizo irritada ante la pregunta, pero él simplemente sacudió la cabeza y preguntó, “Bien, qué me dice? Se casará con la dama o no?”
“Tengo otra alternativa?” Tom preguntó con una carcajada, pero él miró a Bill en vez de a Georg, buscando una respuesta. Su hombre levantó la vista del pergamino que estaba leyendo y sacudió la cabeza con disgusto.
“No creo”. Tom se pasó una mano por el cabello. La última cosa con la cual necesitaba lidiar ahora mismo era otra esposa. Aunque él había estado buscando una, la Tirana de Tiernay era la última que habría escogido.
Santo Dios! La mujer era una entrometida abominable, siempre enviando mensajes o reprobándolo por el modo en que él lidiaba con su gente. Por lo menos, eso era lo que había escuchado. El nunca había leído los mensajes personalmente, pero Bill le reportaba las novedades sobre ese asunto. Bill recibía las noticias de Stephen, su segundo hombre en comando, cuando Tom estaba lejos de la fortaleza. El joven Stephen era terriblemente hostilizado por esa mujer.
Ahora parecía que él mismo sería hostilizado —y no a través de mensajes impersonales.
Tendría que lidiar con la mujer personalmente. Demasiado personalmente, en realidad. Ese pensamiento fue suficiente para hacerlo saltar de la silla e ir rápidamente en dirección a las escaleras. Georg inmediatamente se puso de pie y lo siguió.
“Mi lord? Qué está haciendo?”
“Voy a tomar un baño”, Tom anunció sin diminuir la velocidad de sus pasos. “Espero tener permiso para tomar un baño para quitarme el hedor y disfrutar del resto de la noche antes que deba casarme con la muchacha? No creo que ella se vaya a escapar”.
“Oh. No”. Georg se detuvo al pie de las escaleras y permitió que Lord Kaulitz continuase solo. “Quiero decir, si — un baño y descanso serán buenos. Enviaré un mensajero para avisarle a Lady Tiernay que estaremos yendo mañana. Después de un desayuno rápido, le parece?” él agregó esperanzadamente.
“Después del almuerzo”, Tom lo corrigió. “Quiero escuchar como van las cosas en mis tierras antes que salir corriendo a otra propiedad.”
“Si. Después del almuerzo”, Georg concordó reticentemente.
Gruñendo en respuesta, Tom continuó escaleras arriba y hacia su cuarto.
Estaba de pie mirando la vista por la ventana varios minutos más tarde cuando se oyó un golpe en la puerta. Gritándole a quien fuese que entrase, no se quedó del todo sorprendido al ver que la puerta era abierta para revelar varios criados cargando una tina y numerosos baldes con agua calientes. El no había ordenado el baño, pero había mencionado su deseo de tomar un baño a Georg. Eso era suficiente que la acción se ejecutase. Los criados de Kaulitz estaban bien entrenados y eran rápidos para cumplir sus deberes. Eso era bueno; sus hombres habían escogido y entrenado a esos criados muy bien.
Tom observó en silencio como su baño era preparado; luego despachó a los criados.
Una de las criadas se quedó, preparada para ayudarlo con el baño, y aunque tenía pechos grandes y era bonita, él le indicó que se fuera también. Deseaba estar solo. Tenía que considerar ese asunto del casamiento. Estar casado nuevamente. Tener otra esposa de quien él sería responsable.
Sintiendo sus músculos tensarse ante la mera idea, rápidamente se quitó la ropas y entró en la tina. El agua se cerró a su alrededor como una amante tierna e invitante, se inclinó y cerró los ojos mientras sentía su cuerpo relajarse lentamente y su mente, vagar.
Había tenido unos meros doce años y Nerissa siete cuando su casamiento había sido arreglado. El tenía diecisiete y ella no mucho más que doce cuando sus padres se cansaron de esperar y decidieron realizar la ceremonia. Ambas partes habían estado ansioso por unir las familias — Kaulitz ofreciendo su apellido, su riqueza y su título y Nerissa los de su padre. Aunque joven como era en ese entonces, había sido suficientemente maduro como para sugerir — bastante enfáticamente — que demorasen el casamiento hasta que la niña fuese mayor. Pero ninguna de las dos partes quiso eso.
Desgraciadamente, Nerissa había sido la persona que había pagado el precio por las ambiciones de sus padres'. Había quedado embarazada inmediatamente, y luego había sido sacrificada en la cama de parto. Ella no había llegado a cumplir catorce años.
Tom nunca se perdonaría por haber fallado en persuadir a su padre para esperar. O tal vez podría haberse rehusado a consumar el matrimonio. Podría haber permitido que todos ellos pensasen que estaba consumado, y luego secretamente esperar hasta que ella tuviese un año o dos más. Pero no lo había hecho. En realidad, no había sido un muchacho tan maduro y ella había sido una niña adorable. Una buena dosis de alcohol y la firme instrucción de su padre habían asegurado que la acción fuese consumada. Nueve meses más tarde la había escuchado gritar como su hijo luchaba por llegar al mundo.
La criatura falleció, y Nerissa se desangró hasta la muerte con su bebé inerte aún dentro de ella.
Y luego Tom había luchado contra sus propios demonios y los enemigos del rey desde entonces. Semanas pasadas en campos de batallas se convirtieron en meses. Luchaba hasta cansarse del hedor y la imagen de la muerte, luego volvía a su casa, siempre esperando que esa vez realmente pudiese descansar. Que esa vez, su casa fuese el refugio que buscaba. Pero nunca hallaba ese refugio. Para él, los gritos de Nerissa todavía hacían eco en los corredores del castillo. Rápidamente, a veces en una cuestión de horas, se sentía ansioso por salir nuevamente. No podía hallar paz.
Ese día no era diferente, él pensó. Aunque esa vez no eran los gritos de Nerissa lo que hacían desear huir de las frías paredes de piedra de Kaulitz. No. Esa vez, la cosa que lo haría salir corriendo de vuelta a los campos de batalla era el mensaje que el hombre del rey acababa de entregarle. Casarse nuevamente— y con la tirana de Tiernay.
Era irónico, realmente. Esa vez él sería el sacrificado, y por el capricho del rey. No podía decir que era divertido.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos desagradables y Tom se sentó en la tina, diciendo “entre” mientas comenzaba a lavarse. El no se sintió muy sorprendido cuando Bill entró. A esa altura su hombre habría recibido el reporte de Stephen, y él le pasaría las noticias. Era la rutina habitual.
“Qué noticias hay?” Tom preguntó, mientras se lavaba la cabeza.
“Nada realmente. Por lo menos, nada que no hayamos escuchado en las misivas anteriores”.
Bill encogió los hombros, luego se sentó en el borde de la cama para contemplar a Tom.
“Realmente no te vas a casar con ella, verdad?”
Tom se quedó callado por un momento, luego preguntó, “La carta te sonó como un pedido o como una orden?”
“Una orden”, el hombre admitió reticentemente.
Tom hizo una mueca, luego encogió los hombros. “Supongo que tengo que hacerlo. Tenía que casarme nuevamente algún día”, él agregó, intentando aceptar la solución al asunto.
“Si, pero… con la tirana de Tiernay…” Bill parecía afligido, y Tom se rió ante su expresión.
“Si, bien. Me casaré con ella, me acostaré con ella; luego veremos si el rey necesita nuestros servicios para somete a ese hijo rebelde que tiene. Si dejamos a mi esposa en Tiernay y le hago visitas infrecuentes, las cosas no deberían cambiar tanto”.
El alivio de Bill era palpable, y Tom lo entendió. Bill había sido un niño flaco y menudo, frecuentemente burlado por los otros. Pero al final de su adolescencia, había tenido un crecimiento extraordinario que lo había convertido en el hombre alto y fuerte que ahora era. Eso, más su entrenamiento al lado de Tom, lo habían hecho en un caballero muy calificado. Tom sabía que su amigo esperaba ganar más gloria, la atención del rey, y tal vez que le concediesen tierras, por los servicios prestados con su espada. Esa era la razón por la cual Bill nunca había vacilado en participar en batallas con él, incluso alentaba a Tom a presentar voluntariamente sus servicios y sus hombres a Gustav. Tom, de repente enredado con una esposa y evitando ir a la guerra, podía estropear sus ambiciones. Pero Bill no debería tener miedo; Tom no deseaba asentarse.
“Acostarte con la tirana de Tiernay”, Bill dijo con un temblor fingido. “Ugh. Tienes mis sinceras condolencias”.
“Aprecio esas condolencias, Bill. Verdaderamente”. Él habló secamente, pero su mente se sintió tentada de recordar la imagen de la mujer. Ella había sido una niña cuando la había visto por última vez, una niña de tal vez diez años. Había ido a Tiernay después de la muerte de su padre para discutir y asegurar la continuación de los tratados entre Kaulitz y Tiernay con el padre de esa niña. Había sido el año de la muerte de Nerissa. Si, ella habría tenido más o menos diez años —sólo dos años menos que su propia novia cuando se había casado con ella. Pero la hija de Tiernay no mostraba en ese momento ninguna de las curvas o de la belleza de su Nerissa. Recordaba a una niña muy delgada y menuda. Probablemente no hubiese mejorado con el paso del tiempo. _____ de Tiernay probablemente fuese un palo de escoba con ropas.
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